Huir de la guerra en busca de esperanza Renk, Sudán del Sur
Sentada en la sala de espera de una clínica móvil para personas
desplazadas que gestionamos, Sadah Adam, de 23 años, es una de las
casi 40.000 personas que viven en Atam. Sostiene en brazos a su bebé
de 3 meses, Yahin, mientras recuerda el día en que huyeron de su hogar
en llamas en Bur, Sudán. Su voz se quiebra: “Cuando la lucha se
acercó, escuchamos rumores sobre la guerra.
Nos escondimos en el bosque durante dos días. Cuando volvimos a casa,
los combatientes ya estaban allí, así que no tuvimos más opción que
huir otra vez”. Aunque han encontrado algo de paz en Atam, sus
necesidades superan con creces la escasa ayuda humanitaria disponible.
“Lo que más necesitamos es agua”, dice Sadah. Masha Arbanat, de 39
años, otra mujer refugiada de Sudán, también huyó de intensos combates
cerca de su hogar. Como muchas otras personas, cruzó la frontera sin
nada.
“Nuestra casa fue completamente destruida y tuvimos que dejarlo todo
atrás”, cuenta. “Cuando llegamos a Atam, no teníamos nada: ni ollas,
ni utensilios, ni siquiera recipientes para el agua. Solo después de
que MSF nos dio algunos elementos esenciales como bidones y utensilios
de cocina, empezamos a sentir un poco de alivio”.
Las experiencias de Sadah y Masha reflejan la lucha diaria por la
supervivencia de quienes han huido de la violencia en Sudán. En
asentamientos como Atam, donde miles de personas viven en condiciones
de hacinamiento, conseguir lo más básico -alimentos, agua potable y
refugio- sigue siendo un desafío constante. Desde diciembre de 2024,
la intensificación de la violencia en la región del Nilo Azul, en
Sudán, ha obligado a más de 110.000 personas a huir de sus hogares,
dejando todo atrás en busca de seguridad.
Muchas de ellas provienen de zonas afectadas por el conflicto como
Sennar y Nilo Azul, así como de comunidades de personas sursudanesas
retornadas desde el estado de Nilo Blanco. Han buscado refugio en la
frontera con Sudán del Sur, en asentamientos informales en el condado
de Renk, como Girbanat, Gosfami y Atam. Estos lugares albergan a más
de 70.000 personas desplazadas, una cifra que sigue aumentando cada
día.
“El número abrumador de personas, sumado a la escasez de recursos, ha
creado una grave crisis humanitaria, dejando a muchas sin acceso a la
ayuda esencial que desesperadamente necesitan”, afirma Zakaria Mwatia,
nuestro coordinador general en Sudán del Sur. “Algunas personas que
huyen incluso arriesgan sus vidas regresando a Sudán para conseguir
suministros básicos, exponiéndose a un peligro aún mayor. Con la
atención médica y los servicios básicos limitados, el hacinamiento
está facilitando la propagación de enfermedades, y los brotes son una
amenaza real”.
MSF somos la única organización que actualmente brinda servicios
médicos y humanitarios en algunos de los principales asentamientos
informales. Nuestros equipos viajan todas las mañanas y tardes a Atam
y Girbanat, y hasta tres veces por semana a Gosfami, para atender a
las personas desplazadas. En el último mes, hemos realizado una media
de 200 consultas médicas diarias en estos tres asentamientos,
principalmente por malaria, diarrea y desnutrición.
También ha distribuido artículos de primera necesidad a 7.000
familias, priorizando aquellas con niños y niñas. Solo en Atam, los
equipos suministran hasta 23.000 litros de agua al día, aunque esto es
insuficiente frente a la enorme necesidad. “Con la temporada de
lluvias acercándose rápidamente, el tiempo para actuar se está
agotando.
Las lluvias cortarán el acceso a estas áreas, dificultando aún más la
entrega de ayuda”, advierte Zakaria. “Los donantes deben liberar
fondos de inmediato para evitar que la crisis empeore, y se necesitan
más actores en los asentamientos informales. Las organizaciones
humanitarias y las autoridades de Sudán del Sur deben aumentar
urgentemente los esfuerzos en agua, saneamiento, salud, refugio y
asistencia alimentaria para proteger vidas y evitar más devastación”.
Si bien MSF brindamos atención médica, la posibilidad de referir a
pacientes con afecciones más graves sigue siendo una gran limitación.
Nuestras ambulancias llevan a los pacientes al hospital del condado de
Renk, donde MSF y el CICR los atienden, pero el viaje de dos horas por
caminos peligrosos es arduo y arriesgado. Con la llegada de la
temporada de lluvias, será aún más difícil.
“Es urgente establecer instalaciones de salud pública más cercanas a
los asentamientos informales y garantizar que cuenten con personal y
recursos suficientes”, agrega Zakaria. Más allá de los asentamientos
informales, también trabajamos en el hospital del condado de Renk,
donde gestionamos las salas de pediatría y nutrición, brinda atención
pre y posoperatoria a personas heridas por la guerra y apoya la
atención secundaria, incluida la salud materna. El hospital civil de
Renk es un centro de referencia crucial para pacientes de todo el
condado, incluidos aquellos de asentamientos formales e informales.
Desde la llegada masiva de personas refugiadas en diciembre, hemos
visto un aumento significativo en casos de desnutrición, especialmente
en niños y niñas. En respuesta, se han instalado 17 carpas médicas
adicionales en el hospital para atender a la creciente cantidad de
pacientes. Las personas que llegan a Sudán del Sur están ingresando en
áreas que ya enfrentaban una grave inseguridad alimentaria.
Es urgente proporcionar asistencia alimentaria inmediata en los puntos
de entrada fronterizos informales, donde ha sido insuficiente, y
mantener la distribución general de alimentos en todo el país para las
comunidades de acogida y quienes llegan desde Sudán. A pesar de las
dificultades, las personas siguen apoyándose mutuamente y manteniendo
la esperanza. “No tenemos agua, no tenemos comida, pero al menos hay
paz.
Yo era comerciante en Bur (Sudán), pero lo perdí todo. Ahora amigos de
la familia nos están ayudando porque no tenemos ingresos”, dice Musa
Yhaia, de 50 años, una persona desplazada. La crisis ha puesto una
enorme presión sobre las comunidades locales, agotando los escasos
recursos y aumentando el sufrimiento de quienes ya enfrentaban
dificultades antes de la emergencia.
Incluir a estas comunidades en la respuesta humanitaria es clave para
evitar un mayor deterioro de la situación.